sábado, 21 de noviembre de 2009

sombras de un árbol (2)

También Marta se durmió rápidamente, en cambio, yo no podía dormir. Al no poder conciliar el sueño, me sentí en la cama, y observé la sombra de aquel alto árbol seco que se proyectaba en la pared de la habitación.


Miraba anonadado a aquella estirada sombra de ramas quebradizas y fino tronco cuando una voz me sobrevino. - Cariño... duérmete...- balbuceaba Marta, imagino en sueño.


Poco después del amanecer yo me encontraba despierto, y con suficientes energías para pasear por el pueblo. Creía que seria de gran ayuda poder orientarse por aquel pueblucho, donde ahora mi familia y yo vivíamos.

Salí de la antigua vivienda, y sentí como el frío erizaba mis cabellos, pero no desistí de mi anhelado paseo.


Caminaba yo por la calle cuando me fijé, de que a mi paseo, cada pueblerino intercambiaba unas palabras entre susurros con su acompañante.


Salí angustiado de las estrechas calles a lo que parecía ser un parque, y agotado me dejé caer pesadamente sobre un banco.


En frente mía encontré un anciano que, al verme dio una sonora carcajada. Esto me molestó en exceso. ¿De qué estarían despotricando toda esa gente al verme pasear?


El anciano se acercó a mi, y, ya de cerca pude ver sus firmes labios, pobladas cejas y su rostro desgastados con el paso de los años pero que me miraba firme.


...

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